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En la Cara del Cerro

~ Historia, cultura, costumbres y patrimonio de Tepetlixpa, México

En la Cara del Cerro

Publicaciones de la categoría: DULCE NOMBRE DE JESÚS

Chineléticas I: “Chinelos de Tepetlixpa”

07 Martes Feb 2017

Posted by Mario Serrano in ARTESANÍAS, ATRACTIVOS TURÍSTICOS, CHINELOS, DIVERSIONES, DULCE NOMBRE DE JESÚS, LA FIESTA, LAS REALIDADES..., PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN TEPETLIXPA, PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, SANTUARIO DE EL CALVARIO

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CHINELOS, DULCE NOMBRE DE JESÚS, FERIA DE TEPETLIXPA, Tepetlixpa

(Si llaman la atención. Foto: M.S.)

(Si llaman la atención. Foto: M.S.)

En realidad sí llaman la atención. Todo el lugar bulle de personas que quieren entrar al templo pero ellos están estáticos, mirándose mutuamente mientras acomodan sus trajes y sombreros. La atención que generan orbita en torno al colorido y parafernalia que despliegan; a esa sensación de que algo está a punto de comenzar explosivamente. Pero la calma se prolonga y desconcierta. ¿Por qué?, se preguntan los peregrinos que hacen fila, ¿por qué se tardan? ¿Acaso van a brincar?, ¿va a salir de aquí mismo la comparsa?, pero entonces, ¿dónde está la banda?, ¿por qué no se acaban de vestir? La fila avanza y no los fieles no pueden saber la respuesta.

            Las mujeres y hombres parados pertenecen a un grupo llamado Chinelos de Tepetlixpa. La convocatoria que lanzan es interesante: venir, la víspera del día mayor, a tomarse una foto enfrente del santuario; y resulta interesante porque más allá del lucimiento, lo que hacen permite divulgar una de las prácticas más reconcentradas de las fiestas de Tepetlixpa desde por lo menos hace sesenta años: el chinelo. No hay nada que los pueda caracterizar y dado que el gusto es algo profundo e intangible hay que estar atentos a los signos sutiles que rondan en las poses. Por ejemplo, el modo de alzar el sombrero, o ese gesto afectado para acomodar las máscaras para que no se maltraten. Los trajes vienen en cubiertas de plástico, como objetos de especial cuidado, como el artefacto de un mago que no quiere descubrir sus trucos antes de tiempo. Sus marcas, en cambio, las lucen sin embagues: una playera de color metálico con un diseño bien logrado les pone rúbrica como “Chinelos de Tepetlixpa”.

(Los nuevos tiempos del chinelo. Foto: M.S.)

(Los nuevos tiempos del chinelo. Foto: M.S.)

            Son los nuevos tiempos de la organización, o si se quiere ver así, la época digital y en línea del chinelo. Su comunidad de Facebook¸ cuenta siete mil doscientos seguidores, que obviamente no son exclusivamente del municipio, pero eso mismo proyecta su alcance de penetración. Según el censo poblacional de INEGI, Tepetlixpa tiene alrededor de 18 300 habitantes. La comunidad, si estuviera integrada exclusivamente por habitantes, representaría casi el 40% de la población, una legitimidad ni siquiera tienen las autoridades municipales, que se hacen de unas elecciones con un promedio de 5 o 6 mil votos.

Evidentemente el chinelo es una fuerza que arrastra con voluntades y contagia un ánimo furioso hacia elementos poco definidos pero sin duda presentes: la cooperación, la unión, la camaradería, el festejo popular. No tiene, desde la perspectiva de las fiestas, ningún competidor, salvo acaso los bailes masivos; pero el baile es cerrado y el chinelo es abierto, de recorrido por las calles; no se requiere ninguna invitación previa para sumarse a una comparsa y la felicidad que proponen es directa e inmediata. Incluso para los que organizan el brinco, que no andan entre los de traje, que no todo el tiempo van danzando y sin duda sufren por reunir los faltantes de dinero, la felicidad que muestran es absoluta.

(En busca de un estilo. Foto: M.S.)

(En busca de un estilo. Foto: M.S.)

            Los Chinelos de Tepetlixpa encuentran al fin un momento idóneo para posar en su foto; parece ser que porque una misa ha terminado. Días antes, Radio Mexiquense retransmitió con motivo de la Fiesta, una entrevista que realizó a Francisco Gochicoa, un joven artesano que ha elaborado buena parte de los trajes que en la foto van a lucirse. El artesano explicaba en la entrevista que además de sus objetivos de difusión, el grupo busca mostrar el traje característico de Tepetlixpa, una frase que ilustra sobre un proceso tal vez inconsciente, de identidad. Néstor Keer, uno de los administradores del grupo, señala por su parte, que buscan la difusión del chinelo, en abstracto, pero también en sus pequeñas grandes diferencias, es decir, entre el chinelo de Tepetlixpa y los de otros pueblos, en lo que cada comparsa propone en música, trajes, invitados o jolgorio; en lo que el “movimiento del chinelo” hace en otros confines, incluso en el mismísimo estado de Morelos, tierra natal de la danza. El grupo surgió por alguna razón concreta, pero se desmesura. Ha tendido puentes de comunicación con otros amantes de esta pasión. Trabajo titánico pero que fluye rápido y por inercia. En Facebook el grupo va generando una agenda y un foro. Reviso sus publicaciones al azar y encuentro fotografías, invitaciones para compartir eventos, muchos videos que se viralizan tan pronto son subidos a la plataforma y hasta me topo con un debate sobre si son pertinentes los “chinelos rasta” (un diseño de chinelo absolutamente bizarro, mezcla de reggae, alusiones jamaicanas y el peculiar estilo de las coletas que le dan nombre) dentro de una comparsa. Los comentarios son explosivos, hirientes, divertidos e inentendibles. Pero una usuaria (de Tepetlixpa) lo abrevia mejor: “Vénganse para acá. Aquí son bienvenidos”.

(Crear un foro para la discusión. Foto: M.S.)

(Crear un foro para la discusión. Foto: M.S.)

            Hay ciertas poses que terminan lugares comunes en la fotografía. Entonces, estos jóvenes amantes del chinelo, se colocan en una fila y muestran sus trajes de frente y luego hacen una media vuelta para lucir la parte trasera. Resalta el conjunto pero se pierden objetos específicos (algunos muy buenos para ser sincero); la masa compacta de chinelos ataviados se ve homogénea por un cierto estilo de colores y por una combinación que salta de un traje a otro con una amigable continuidad. ¿Será el estilo de Francisco Gochicoa el que marca el estilo del traje de Tepetlixpa? Un día, prometo, intentaré hablar del peculiar estilo de Francisco, que tiene una notable solución de profundidad y de técnica para conseguir relieves y claroscuros en sus figuras de chaquira. No todos los trajes son de él, pero quizá si sea cierto que va forjando un estilo propio, sea por los colores, por la intención o por el tipo de adornos que prevalecen, que luego hace sinestesia con sus amigos y compradores.

(los lugares comunes para una fotografía. Foto: M.S.)

(los lugares comunes para una fotografía. Foto: M.S.)

Como sea. Observo con calma mientras alisto mi cámara. Me percato que en realidad, el estilo de los Chinelos de Tepetlixpa es más subjetivo: es la misma prestancia de estos apasionados del chinelo que vinieron a tomarse una foto, que tienen tiempo para administrar un grupo virtual monstruoso y que, parafraseando a Eric Hobsbawm, quizá estén dando nacimiento a una tradición (aunque no lo sepan, aunque su nombre quede en el anonimato). Eso puede no preocuparles. No importa que acabe la Fiesta, seguirán buscando otra forma de seguir adelante, todo con tal de tener un nuevo carnavalito, otra comparsa, una invitación para salir, y resulta tan oportuno que la Fiesta en Tepe se acabe cuando prácticamente comienza la temporada de carnavales en Morelos.

(Las plumas, como de mercenarios alemanes. Foto: M.S.)

(Las plumas, como de mercenarios alemanes. Foto: M.S.)

            Me alejo del lugar de la foto. A la distancia los chinelos quedan empequeñecidos por la marea humana que se apretuja por entrar al templo, pero entonces regalan una estampa singular. Las plumas de sus sombreros flotan en el aire. Caminan sobre la marea humana, como naves que se abren paso en su levedad, hacia la euforia. Si los chinelos ridiculizan a los españoles, estas plumas parecen confirmarlo, remedan a las cimeras de aquellos mercenarios alemanes que sembraron el terror y el saqueo en la Europa del siglo XVI. Las plumas se mecen suavemente, como el vaivén del brinco. Los Chinelos de Tepetlixpa se encasquetan un casco que también convulsionará todo, pero por diversión, a favor de la alegría. Ahí están, se alistan para ir con sus respectivas comparsas y ejecutar su guerra contra el tedio y la monotonía que caracterizan al pueblo

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La Fiesta en cinco crónicas

01 Miércoles Feb 2017

Posted by Mario Serrano in ARTE Y CULTURA, ARTESANÍAS, ATRACTIVOS TURÍSTICOS, CONOCIMIENTOS CULINARIOS, COSTUMBRES Y TRADICIONES, CRÓNICAS DEL MEMORIALISTA, DIVERSIONES, DULCE NOMBRE DE JESÚS, GASTRONOMÍA DE TEPETLIXPA, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, LAS REALIDADES..., NAHUALES, PATRIMONIO INMATERIAL, PATRIMONIO ORAL, RETO DE CUIJINGO, SANTUARIO DE EL CALVARIO

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(Ganarse un poquito del cielo. Foto: M.S.)

(Ganarse un poquito del cielo. Foto: M.S.)

Subir por Granera

-A cada quien le pesa la subida según los pecados que tenga.

            -¡Ah caray!, ¿y eso?

            -¿Qué nunca lo has oído?, ¿Qué la subida te pesa según tus pecados?

            -No.

            -¡Cómo es posible! Es un dicho bien viejo…

            -Pues sí, pero no lo había oído.

            -¡Caray! Te falta conocer mucho todavía.

            -Sí. Aunque eso me recuerda que mi amigo David Morales escribió algo parecido, que te ganas un pedacito de salvación a costa de subir esta calle.

            -Bueno… espérame, tengo que descansar un poco. ¡Está terrible esta subida!

            -¡Es la más alta del pueblo! Cuando éramos niños hasta aquí llegaban los más temerarios de la bicicleta. No para subirla sino para bajarla

            -¡Para bajarla! ¡Qué locos!

            -Es la parte más empinada. ¿Te imaginas antes, cuando era un empedrado más bruto?

            -Bueno… creo que ya podemos seguir subiendo. ¡Está pesadísima!, es más alta que la subida del Sacromonte.

            -Pero es la subida al Santuario. No sé, algo tiene que costar.

            -Pues no veo mucha gente que digamos.

            -Ha de ser porque cambiaron la circulación de las calles, o porque no sé, a lo mejor les da miedo subir por aquí.

            -Pues yo no podría vivir aquí. Estar subiendo y bajando todos los días. ¡A lo mejor me da un infarto!

            -Jajaja. Ya estamos viejos. Cuando era más chico subía por aquí con mis amigos para ir a jugar básquetbol a la unidad deportiva. Y no solo subíamos rápido, casi corriendo, sino que hasta íbamos platicando. No parábamos nada para descansar. Uno de esos amigos, que aún sigue jugando, para entrenarse, sube corriendo esta calle y baja por la Sidar, no sé… unas cuatro o cinco veces.

            -Ya estamos viejitos… ¡Uf! ¡Por suerte ya llegamos!

            -Sí. Ya de aquí hasta la iglesia es pura bajadita.

(El "Señor de los Dulces". Foto: M.S.)

(El “Señor de los Dulces”. Foto: M.S.)

El Señor de los Dulces

Es morelense, desde luego. Pero no se sabe por los huaraches o la camisa desabotonada hasta el pecho, ni por el inimitable acento. Vamos, ni siquiera porque lleva una carretilla llena de palanquetas, jamoncillos, alegrías y camotes. Se sabe por su aura, una llaneza y modo de ser que a nosotros los alteños nos resultan  inconfundibles. “¿Aquí viene algo sobre la Fiesta?”, pregunta mientras hojea el libro. “Sí. Sobre las tradiciones, los eventos que se hacen. Sobre la llegada del Dulce Nombre de Jesús”. Deja su carretilla más cerca y se concentra en el libro. Es muy joven y tiene gran expresividad, la misma que se requiere para caminar con huaraches y parecer que flota. Está concentrado y repasa las hojas como si dentro hubiera una mercadería y no palabras.

“Yo sé la historia de la imagen”, dice de pronto. Su voz es alegre pero no oculta la profundidad: va a hablar de algo serio. Como comerciante ha de ser bastante convincente: ahora captura nuestra atención. Lo que cuenta vendría a ser el otro extremo de la madeja en la tradición sobre nuestra imagen, puesto que es lo que a mí mismo me contaron mis abuelos, salvo que ésta es la versión de los otros, la de Morelos.

            “Yo soy de Huazulco. Nuestros abuelos contaban que la imagen del señor era de allá, pero que cuando la traían de vuelta se quiso quedar aquí. Por eso es que le hacen su misa y venimos. Le tenemos mucha fe al Señor de los Dulces”.

(Más que el hipérbaton. Foto: M.S.)

(Más que el hipérbaton. Foto: M.S.)

            Cuando dice eso, las palanquetas de su carretilla parecen adquirir un brillo luminoso. El Señor de los Dulces. No es un hipérbaton (la figura retórica que altera el orden lógico de la oración), ni siquiera un error en la transmisión oral sino una muestra cultural de su fe: en Huazulco, el pueblo morelense donde se hacen dulces, donde se veneraba una imagen que ahora se denomina con la inimitable alegoría de “Dulce Nombre”, ¿por qué no iba a permitirse tener por patrón a un nazareno protector de los dulces y los dulceros?

            “Bueno, me voy a vender. Si puedo luego regreso…” Aunque de hecho, según su tradición, sí lo está haciendo, regresando al pueblo donde su imagen decidió quedarse hace muchos años para siempre.

 

(Un descanso en la batalla. Foto: M.S.)

(Un descanso en la batalla. Foto: M.S.)

Cuando Fierabrás y Oliveros almuerzan juntos

La luenga barba del cristiano le da una dignidad señorial que sin embargo, contrasta con el pañuelo. No es que un pañuelo sea signo plebeyo sino que le aprieta la cara. El azul satinado de su traje es brillante y el papel de líder lo hace muy bien, pero está bañado en sudor, su celestial traje parece ahogarlo y no lo deja morder a gusto. En cambio, el mahometano mantiene su corona sobre la cabeza, que se balancea al ritmo de su masticada y a cada momento parece que va a caerse. Nada. Ambos comen chicharrón en salsa verde con arroz. Huele delicioso y se antoja. Los sorprendo a medio plato pero no por ello se apuran, de todos modos la batalla ya se sabe que siempre la ganan los cristianos.

No se inmutan mucho porque esté ahí. “Bueno, es que esto es muy viejo, tenemos como cincuenta años de representarlo”. El mahometano tiene 73 años y un poco menos el cristiano. Son como los viejos héroes de gesta, solemnes y de pocas palabras. “Pero empezamos como esos chiquillos”, me dicen mientras me señalan a los bisoños soldados de su parcialidad, un par de niños que se olvidan del rigor marcial y corren y gritan por el atrio. “Somos entre 32 y 50”, me precisan, pero su contingente es aún mayor y bien provisto de logística: vienen señoras, ancianos, niños, fieles, las mamás de los niños soldados e incluso un camarógrafo que entiendo es oficial, pues trae un chaleco que dice San Matías Cuijingo y no deja de hacer tomas de todo.

            Por la mañana han salido de su pueblo (a unos siete kilómetros de aquí) para venir caminando a Tepetlixpa. Ocupaban media carretera y un contingente inconmensurable. “No es por presumir, pero de todas las peregrinaciones que vienen, la nuestra es la más grande y llamativa. Figúrese: adelante venimos el reto y atrás la gente. Venimos bailando”. Los enemigos detienen la plática para merecer su chicharrón. “Somos muchos. Pero así nos podemos repartir, porque tenemos tres cuadros. Unos salen en uno, otros en el otro y así. Ahorita nos tocó a nosotros, pero siempre hay quien salga en el reto”. El mahometano es alto, lo que le permite distinguirse de sus compañeros, pero además, tiene gran apostura, con su cara curtida y su bigote canoso en verdad parece un general. Setenta y tres años y sigue metido ahí. Pero el cristiano no se queda atrás. Como émulo de los cruzados, mientras sostiene por debajo del plato de unicel una tortilla, el enorme machete tintinea como cascabel. Cuando nota que observo su arma comienza a rememorar. “La verdad es que solo por aquí luce más el reto. Porque por ejemplo, vamos a la Villita y nos quitan esto”, empuña el machete como el buen Oliveros que ha de ser, “y pues la verdad no luce, ¡no luce!”.

(Sin machete no luce. Foto: M.S.)

(Sin machete no luce. Foto: M.S.)

            Platico a media tinta entre sus bocados (suculentos para ser sinceros) y la premura que tengo para ir a instalar el stand, pero todavía hay tiempo para que el cristiano me comente que salen a muchos lados, “hemos ido a Chalco, a Juchitepec, a Ozumba, con don Juan; también a Milpa Alta, a Topilejo, a Mixquic y a Cuecue”. Curiosidad, en todos estos pueblos aún subsiste la tradición de los Doce pares de Francia, tan extendida y fuerte en México… salvo en Tepetlixpa, donde desapareció de plano. Se los hago ver, pero no necesitan muchas explicaciones. “Porque vamos, el chinelo es diferente. Es puro desmadre con perdón de la palabra. Uno se mete al brinco y pues ya nadie lo para. Esto es otra cosa”, dice el cristiano, del que sé que es el representante del reto, pero no si en efecto es el bravo Oliveros, o el mismísimo Carlomagno, sin corona ni barba pero con el mismo afecto por la comida (Carlomagno fue sin saber el fundador de la gastronomía francesa).

El mahometano asiente de vez en vez. Su chicharrón es suculento, apenas un “taquito” pero que los tiene sumamente satisfechos con sus anfitriones. Dicen que los recibían por la calle Guerrero, para darles el almuerzo, y que apenas el año pasado murió uno de sus más caros anfitriones. “Nos dio mucha pena, porque estaba tendido el 20 de noviembre pero pues teníamos nuestro compromiso y no lo podemos tirar así como así. Le pedimos disculpas a la señora. ¡Cuándo se puede se puede!, ¡Ha!, ¡Si la muerte nunca avisa!”. Luego les pregunto si les gusta venir a Tepetlixpa. “Sí. Verá, antes que nada, está el Jefe”, dice refiriéndose al Dulce Nombre de Jesús, “pero la verdad nos gusta venir aquí a Tepe. Siempre somos bien atendidos y recibidos”.

            El taquito se ha hecho eterno y el tiempo apremia. No sé si debo decirle Balán o si es Fierabrás, pero tengo enormes ganas de mostrarles mis respetos.

            Por lo mismo, les dejo almorzar en paz y me retiro de su –por ahora- tranquilo y despejado campo de batalla.

 

(Difundir la Cultura, trabajo insólito. Foto: M.S.)

(Difundir la Cultura, trabajo insólito. Foto: M.S.)

 Un stand informativo

Ya de por sí es insólito dedicarse a difundir cultura, pero más si se hace en medio de la algarabía de la Fiesta. Doble si se considera que no es asunto oficial sino al contrario, de la más estricta sociedad civil. Primero causa duda el por qué poner cajas de madera. ¿Será acaso para el enésimo negocio de micheladas?, ¿asunto de comida, de dulces típicos? Luego, los pocos curiosos del inicio se percatan de que el contenido es tan raro como no lo pensaron. Artesanías, fotos, cuadros, libros. Durante el día los asistentes son variopintos, desde los músicos de chinelo que pasan tocando sus instrumentos y entre nota y nota se asoman al contenido de las fotos; los propios y extraños que se dejan convencer y se quedan con un pedacito de este lugar, hasta los francamente asombrados y en el fondo, escandalizados, de semejante proposición.

(Flores de inmortal. Foto: M.S.)

(Flores de inmortal. Foto: M.S.)

            Desfilan tantos personajes que todos merecerían su crónica, pero nos quedamos con nuestros clientes estrella, los fieles asistentes de esta y la anterior aventura: los niños. Cuando reconocen el stand preguntan qué nuevas cosas hemos traído. “Algo de papel maché, fotos”. “Al ratito los mando”, dice su mamá, apurada con su propio negocio.

            Otros niños llegaron antes, claro; sin penas, sin vergüenza. Nos preguntaron de las fotos antiguas, les hicimos ver cómo se ha transformado su pueblo. Abren los ojos y se entusiasman. “¿Entonces, aquí es la Colonia?”. Y sí, ese páramo lleno de árboles, con el volcán resplandeciente porque aún no perdía sus glaciares al fondo es La Colonia.

(Clientes estrella. Foto: L.R.)

(Clientes estrella. Foto: L.R.)

            Pero nuestros clientes estrella llegan más tarde. Mi esposa los atiende con verdadero placer. Juegan con las pequeñas artesanías, preguntan sobre las esculturas de madera que hemos exhibido y se dedican a analizar un cuadro abstracto. “A ver, ¿para ti qué cosa es este cuadro, qué ves en él?”. Laura les ha explicado que lo abstracto les permite ver lo que ellos quieran, lo que más les convenza. “Yo veo ojos. No, yo veo unas manos. No, no. Yo veo como a una persona”. Una niña un poco más grande que los otros dos se atreve: “¿y de qué material están hechos?, ¿acuarela?”. “No, es óleo”, le digo desde mi lugar. La niña se acerca como el más templado curador de museo, como una crítica experta y exquisita. “Yo también tengo óleos”. Lo dice como cualquier cosa, lo que sin duda significa muchísimo más de lo que Laura y yo podamos apreciar. ¿Estará viendo ojos, un paisaje lunar o la abstracción definitiva de la Fiesta de Enero? Se toma su tiempo. Sonríe. “Cuando alguien sonríe así es porque le has tocado las fibras más profundas de su sensibilidad… porque el Arte lo ha tocado, le ha despertado algo dentro de sí”, me dice mi esposa más tarde.

            Los otros niños, sus primos, piden precios con gran propiedad y se divierten con la máscara de jaguar. Laura, siempre infatigable con los niños, les hace repasar además de su pueblo, sus leyendas e historias más profundas, por ejemplo, cuando les dice que la mascarita de la mesa es una cara de nahual. “¡Huy!, ¡de nahual!”, brincan. Luego se echan mutuamente quién es el nahual y eso los tiene entretenidos como nunca.

            En eso, el más pequeño se va y regresa con una calavera de tezontle que compró el año pasado. “Es de mi colección”, dice ufano y a todos nos da alegría, pero también sorpresa, porque no la ha tenido abandonada, no la ha perdido; incluso, ya que no tiene polvo, se ve que la ha conservado en un lugar importante para él dentro de su casa. Vuelven a negociar sus adquisiciones, su colección es exigente y terminan al final con un pequeño lagarto de papel maché. Se toman fotos y nos dicen adiós con sus manitas.

            El próximo año tendremos que ofrecerles algo novedoso. Ojalá que sigan perseverando en eso que les gusta.

("¡Bien atendidos!". Foto: M.S.)

(“¡Bien atendidos!”. Foto: M.S.)

Anfitriones

“Esta es su pobre casa y está abierta para usted cuando quiera y necesite”. Más o menos así es la fórmula sacada de una costumbre que se hereda de generación en generación. Tan arraigada al ser del pueblo que es como su nota distintiva, lo que los caracteriza, lo que les da gran orgullo. “Disculpe usted si no le hemos atendido como se debe, pero ya ve, ¡cuántos invitados tenemos!”. Y ciertamente, hay cientos de sillas ocupadas por todo tipo de cuerpos, caras desconocidas pero exigentes, o demasiado supinas y timoratas para pedir más; ese “otro poquito” que puede ser desastroso para el estómago no precavido. “¿Un poquito más?” en realidad es otro plato rebosante. Y siempre se debe de terminar.

            Dejar la comida no solo rompe la cortesía sino que es una verdadera afrenta. Me platica una señora: “en realidad las personas no es que no quieran dar la comida [se refiere a las pantagruélicas comidas para una comparsa de chinelos: entre 1000 y 1500 comensales, todo incluido], porque de buen gusto la dan. Lo que pasa es que ya no les gusta que la gente tire la comida, que la desperdicien, porque luego nomás la pican un poco y dejan tirados los platos. Eso es lo que ya no le gusta a la gente”. Llevan a sus niños, a sus conocidos y a todos los que se puedan. Les sirven su plato y el anfitrión espera que barra con él y pida más. No que lo tire. Es ofensivo. “Eso es lo que pasa, por eso luego se enoja la gente”.

            “¿No te echas un tequilita?”. Las evasivas funcionan. No puedes decir abiertamente, “gracias, gracias, es que fíjese que soy abstemio”, aunque hay cierta comprensión, porque acaso, menos burros más olotes y el anfitrión encontrará otros compañeros que le acepten el trago. En realidad no importa sino el que estés ahí, disfrutes, te dejes consentir y vengas al pueblo. Eso último resulta perentorio: la Fiesta se hace con personas, mientras muchas sean, mejor. ¿Cómo pensar en una fiesta vacía, con las calles apenas malamente recorridas y sin puestos qué ver? ¿Cómo sería Tepetlixpa sin sus casas abiertas para que todos entren a comer? En el último rincón de este pueblo, en los lugares donde va creciendo la mancha urbana, pero lo mismo en sus calles más viejas, en los recodos cercanos al templo de El Calvario, en la ruta por donde andan las comparsas y donde se estacionan los autobuses de los peregrinos. Por todos lados hay una comida y sus invitados. Palabra ambigua como ninguna. El invitado llega a serlo por cualquier pretexto que fomente las cortesías y amplíe las amistades. Don Carlos Serrano, mi tío abuelo, hace su comida (a la que cada año me invita formalmente) porque algún año hace muchos años, una pareja le pidió permiso de entrar a su casa para cambiarle el pañal a su bebé. Ahora siguen viniendo los hijos y la extensa parentela de aquel bebé que sigue siendo en esencia un desconocido, pero en día de fiesta merece todos los respetos y todas las atenciones. Esto, se entiende, puede ser recíproco.

(Cortesías de pueblo. Foto: M.S.)

(Cortesías de pueblo. Foto: M.S.)

Una señora mayor, doña Pascuala Galván, le estuvo dando todo tipo de datos sobre Cuijingo a mi esposa. No tenía recelo ni estaba prevenida contra el mal uso que se pueda dar a las cortesías de pueblo (que como muestra de respeto, las personas te dan su nombre completo, una indicación breve al linaje de su familia y su dirección completa, por si gustas visitarla “en su pobre casa”). Se sentía cómoda y hasta diría que feliz hablando de sus tradiciones, de su fe, de lo que significa para ella venir a Tepetlixpa. Y luego, al despedirnos, nos dijo con una alegría bañada de la melancolía de sus más de ochenta años: “yo ya soy solita… ¡si no los invitaba a mi casa en la fiesta!”. Uno se siente agradecido porque esta bondad siga soportando los embates de la maldad y la violencia.

“¿Otro poquito?, ¿le falta algo?”. Entonces uno pudiera pedir otro estómago por favor, o alguna forma de poder llevarse en el cuerpo trescientos gramos de carnitas humeantes o cuatro tamales de frijol abundantemente bañados en mole. Pero decimos gracias, no, ya nada, muchísimas gracias, y nos sumamos al coro de fuereños que solo tienen una frase para celebrar tanta cortesía: “¿De los de Tepe?, bueno… pues que siempre nos reciben bien, nos dejan bien atendidos”.

            ¡Bien atendidos!. Hasta dentro de un año, primero Dios.

 

 

 

¿Qué podemos entender en el Altépetl?

23 Lunes Ene 2017

Posted by Mario Serrano in ALTÉPETL (Fiesta de Enero), ARTE Y CULTURA, ATRACTIVOS TURÍSTICOS, COSTUMBRES Y TRADICIONES, CRÓNICAS INSÓLITAS, CURIOSIDADES HISTÓRICAS, DULCE NOMBRE DE JESÚS, HISTORIA POLÍTICA, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, LA HISTORIA, PARROQUIA DE SAN ESTEBAN, PATRIMONIO INMATERIAL, PATRIMONIO ORAL, SANTUARIO DE EL CALVARIO

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(Del cerro de agua a muestra de identidad y orgullo colectivo. Foto: M.S.)

(Del cerro de agua a muestra de identidad y orgullo colectivo. Foto: M.S.)

El Altépetl es la celebración de mayor resonancia religiosa e histórica que tiene la Fiesta pero igualmente la más desconocida. Los mayores solían decir que se trataba de “una demandita” que iba a pedir permiso a la Parroquia, para que se hiciera la Fiesta de Enero. “Demandita” o “demandito”, como en otros pueblos se conoce, es una imagen vicaria que puede llevarse en andas, en este caso la reproducción del Dulce Nombre de Jesús que sale a la calle y que pide permiso al patrón del pueblo. ¿Qué puede significar toda esta tradición?

Para ello acudí a la misa de Altépetl que se celebra el domingo anterior a la Fiesta. Parafraseando al sacerdote, efectivamente resulta significativo que sea una misa menor cuando debiera de ser grande, llena a reventar, pues se pide permiso y se encomienda la Fiesta, para que no haya violencia, para que transcurra en paz, “para que sea muestra de amor entre hermanos”, como dijo. El fondo espiritual resulta obvio pero también el eclesiástico, el orden que debe primar en una festividad religiosa que incluye por eso mismo, actos sacramentales y no solo profanos. Es decir, que será una fiesta donde habrán confirmaciones, misas, se recibirán peregrinaciones y limosnas así como actos devocionales.

En ese sentido la “petición” resulta fundamental, pues un templo dependiente debe tener la venia de su parroquia para poder hacerlo (piénsese por ejemplo, en los permisos para que se puedan hacer bautizos y bodas en parroquias foráneas a la que pertenecen los feligreses durante cualquier época del año).

(Pedir permiso y encomendar la Fiesta. Foto: M.S.)

(Pedir permiso y encomendar la Fiesta. Foto: M.S.)

Hasta ahí la explicación es lógica. Y cuando se agregan peticiones espirituales, resulta obvia. El sacerdote por ejemplo, pide porque no haya actos violentos, ni desmanes ni conflictos. Porque las sombras sean conjuradas por la luz de Cristo. Igualmente, porque no se le dé más peso a los actos profanos que a los espirituales. El sacerdote insistía por ejemplo, en que para el grueso de la población (y se refería a la católica, a su propia feligresía), iba a ser más importante el baile (se presentó el chiapaneco Julión Álvarez) en la plaza de toros, que los aspectos eucarísticos. Pero esa señal de balance entre lo profano y lo sagrado siempre ha sido tirante. En las providencias de 1901, que el propio archivo de la Parroquia custodia, hay por ejemplo un edicto del arzobispo que prohíbe que durante la Semana Santa se permitan “sayones u otra cualesquiera clase de enmascarados o personas con trajes de figuras que exciten a dejar o distraigan a la veneración y respeto debidos a las santas imágenes o a los misterios que se celebran” (abril de 1901). Lo verdaderamente ilustrativo entonces, es que el sacerdote ocupara la homilía en hacer hincapié en que las tradiciones, lo mismo que la cultura, no debieran pasar desapercibidos para el pueblo quien, por otra parte, debe ocuparse en conocer más a fondo el origen de esas tradiciones; sobre todo los jóvenes, que apenas tienen idea de por qué se hace esta misa o qué significado tiene el Altépetl.

Una vez agotado el sentido religioso podemos observar las bases históricas de esta tradición.

(El orgullo provinciano de contar Parroquia propia. Foto: M.S.)

(El orgullo provinciano de contar Parroquia propia. Foto: M.S.)

Por principio, la palabra Altépetl que literalmente significa “cerro de agua” (representación simbólica de los mantenimientos) era el término que se usó durante las épocas prehispánicas y coloniales para referirse a los “pueblos”, que a diferencia de los barrios (calpullis, altepemes), tenían mayor autonomía y peso administrativo. En el Chalcáyotl o señorío de Chalco, los Altépetl eran 4: Amecameca, Tlalmanalco, Tenango y Chimalhuacán, siendo el último la cabecera de Tepetlixpan. Por tanto, cualquier actividad que se hiciera en el pueblo dependiente, era necesario tener la venia del Altépetl, en este caso, repito, de Chimalhuacán. En mis investigaciones he encontrado un ejemplo que me parece contundente cuando en 1613, los indios principales de Tepetlixpan solicitaron a las autoridades españolas la dotación de tierras. Entonces, abreviando el expediente, el actuario del juzgado fue a Chimalhuacán y les dio aviso a los indios mediante su intérprete del alcance de la diligencia. Ahora bien, lo interesante es que dicho acto procesal se desahogó ahí en el templo, después de la misa mayor, y no en sus casas, lo que habla de la importancia de Chimalhuacán.

En segundo término, hay que recordar que el 7 de febrero de 1894, ante la petición hecha por el sacerdote Mario Hernández, San Esteban se erigió como Vicaría Fija, y el 26 de septiembre de ese mismo año, recibió del bachiller don José Pilar Sandoval, cura de Chimalhuacán, la posesión económica del templo. Es decir, que como templo, antes de esas fechas, no contaba con la autoridad para realizar actos religiosos por sí misma sin el visto bueno de su parroquia, de modo que cualquier festividad, por fuerza debía contar con la venia de Chimalhuacán, el antiguo Altépetl. La erección de la parroquia, por cierto, se dio hasta 1905.

(La primera procesión documentada se realizó en 1874. Foto: M.S.)

(La primera procesión documentada se realizó en 1874. Foto: M.S.)

¿Cómo podemos leer estos datos? Para 1874 ya hay noticias de procesiones religiosas durante enero, lo que nos permite estimar que antes de esa época ya se realizaba la festividad. Entonces quiero pensar así: la generación que vivió la elevación de rango de la capilla a vicaría fija, también pudo ver la consagración de la vicaría como parroquia y plausiblemente, la llegada de la imagen al pueblo (o tener conocimiento porque sus padres o abuelos se los hayan contado). Pero el Dulce Nombre de Jesús, según la tradición oral, se quedó pero no era de aquí. Entonces, en el ánimo de aquellos abuelos y de sus sacerdotes, era obvio que se debía contar con un permiso para que se realizara una fiesta en una de las capillas. Solo que aquí, la tradición pudo dar el giro a una cierta forma de orgullo provinciano: el permiso, en todo caso, se pediría en el mismo pueblo, en la nueva y flamante parroquia, sin tener que ir a Chimal. Para apoyarme en estas ideas pienso en lo que los estudios históricos han revelado: que muchísimos pueblos, Tepetlixpan, entre ellos, durante el siglo XVII ya tenían toda la intención de alcanzar autonomía administrativa y ser erigidos en Altépetl. Luego entonces: la Fiesta de Enero revitalizaba ese orgullo autónomo, renovaba la energía comunal necesaria para alcanzar toda intención segregacionista, aceptaba a la imagen foránea y la incluía en su propia identidad. Una Tradición con todo el peso de su palabra.

(La eficacia de lo colectivo. Foto: M.S.)

(La eficacia de lo colectivo. Foto: M.S.)

Concluyo con una apretada crónica. Después de la misa, el sacerdote bendijo a las familias que tuvieron al Altépetl y las que lo tendrán en este año. Luego, los nuevos tenedores, salieron con la “demandita” hacia su domicilio particular, en el rumbo de la Texcalera. Ahí ya se aprestaba la comida para convidar a los asistentes y acompañantes. Todo el tiempo con su infaltable sahumerio, flores, música de banda y con la aparición espontánea de mirones que salen de sus casas para observar el recorrido. Por el rumbo de la vía algunos señores, al pasar la imagen, se descubrían la cabeza con ese ya rarísimo gesto de cortesía y de respeto que se veía en un pueblo. Incluso aparecieron, como por generación espontánea, una serie de vendedores ambulantes que nadie sabe cómo logran llegar hasta el preciso lugar donde una fiesta se realiza. Pero de esos datos me interesa el hecho de que el receptor del Altépetl fuera un regidor y que en el recorrido diversos miembros del ayuntamiento lo acompañaran. Lo traigo a cuento por razón de observar el cómo funciona la organización comunitaria de manera muy eficaz si se desarrolla dentro de lo religioso o espiritual que por ejemplo, en lo político o cívico. Las tradiciones religiosas son más fuertes que las cívicas evidentemente.

(La fusión de lo social y lo religioso en lo colectivo. Foto: M.S.)

(La fusión de lo social y lo religioso en lo colectivo. Foto: M.S.)

El regidor cargando una imagen religiosa. Es su día de asueto, usa su libertad constitucional de creencias. No hay falta alguna en el hecho pero si un profundo significado de colectividad, de pertenencia al pueblo y claro, de función social, pues recibir a una imagen acarrea un compromiso que también es social (una comida para muchas personas, a su costo, por ejemplo) y hay momentos en que las funciones políticas se funden con las funciones de conciencia religiosa. Haré analogía con la procesión de 1874 que mencioné antes. En ese entonces, la ley prohibía que se realizaran actos religiosos fuera de los templos. Alguien denunció en Chalco que en Tepetlixpa se infringía la ley. El Jefe Político apremió al alcalde y este entró en dilema: violaba la ley, sí, pero, ¿no era parte de su pueblo y no era también devoto del Dulce Nombre de Jesús? ¿No sería que hasta él mismo participó en la procesión ilegal? ¿Pesa más el respeto a la ley o la integración a la comunidad? El alcalde (del que desconozco su nombre porque el archivo municipal no tiene registros anteriores a 1920) actuó con verdadera sagacidad y colmillo político. Cuando se enteró de que debía prohibir la procesión pidió a las autoridades de Chalco, por oficio, que le enviaran fuerza pública para impedirla. Ese trámite, como siempre, implicaba un trámite burocrático que tardaría días. En tanto, como diligente servidor público, impuso una multa de diez pesos para todo aquel que participara en la procesión. Solo que, nos ilustra La Voz de México, dio a conocer la sanción por oficio, es decir, en un papel pegado en las paredes de la antigua presidencia municipal. Con ello, cumplió las formas políticas, aplicó la ley, respetó la tradición y quién sabe, igual hasta participó de su fe religiosa y fue a comer un delicioso mole. ¡Vaya usted a saber!

Seguimos desarrollando este trabajo de difusión cultural y de literatura. Muchas gracias por leernos, comentarnos y re-comendarnos.

(Mi agradecimiento al padre Leopoldo Domínguez, párroco de Tepetlixpa. Foto: L.R.)

(Mi agradecimiento al padre Leopoldo Domínguez, párroco de Tepetlixpa. Foto: L.R.)

[Agradezco profundamente al padre Leopoldo Domínguez Sánchez, párroco de Tepetlixpa, por su inesperada invitación para que compartiera al final de la misa, algunos de estos datos con los asistentes.]

Don Nicho y su veladora

20 Viernes Ene 2017

Posted by Mario Serrano in ARTE Y CULTURA, ATRACTIVOS TURÍSTICOS, CASTILLEROS, COSTUMBRES Y TRADICIONES, CRÓNICAS DEL MEMORIALISTA, DON NICHO, DULCE NOMBRE DE JESÚS, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, LOS PERSONAJES, PATRIMONIO INMATERIAL, PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, SANTUARIO DE EL CALVARIO, SOCIEDAD CIVIL AYER Y HOY

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(Los niños se harán esferas. Foto: J.S.)

(Los niños se harán esferas. Foto: J.S.)

Los niños parecen seres a punto de convertirse en esferas, o quizá en poliedros, de tantas caras que dejan ver a contraluz. También las señoras, pero ellas le imprimen más gravedad a la caminata. No pueden faltar la música, los colores, y como dicta la tecnología, la masa de mirones que sacan el celular de inmediato para fotografiar todo y luego no ver nada. El grupo pasa compacto, deslizándose sobre la avenida como emulando agua, aunque sobre hombros llevan al fuego, en cartuchitos, empotrado en ruedas de madera que han de girar vomitando luces.

Cuando era niño no faltaban nunca los moros, su monótono tin ti ro lin- tabara barán, que según, hiciera fama para que nos dijeran Tabaranes. Algunas cosas se van, las más permanecen. Por suerte. Como la frase canónica: “los que gusten acompañar”. No es solo festiva sino muy de pueblo, como que hasta en el sepelio se dicta solemne, impertérrita: “los que gusten acompañar”. Gustábamos ir al recorrido y a comer. Aunque a mí me daba pena entrar a esas casas que parecían ser de otro planeta pese a compartir el mismo cielo. El patio, las ventanas bien cuadradas, los pisos de color verde; el desfile de personas que fueron, ciertamente, por gusto. Luego la comida, humeante y basta. Luego, otra vez el lento deslizar, la caminata llena de orgullo y sobre todo de la particular devoción de ir con el castillo para el Dulce Nombre de Jesús. ¿Cuántos desastres ha habido en Tultepec que parezcan anunciar el fin de la pirotecnia?  Los castilleros del Jueves, los Jóvenes, me contaron que una vez, uno de sus maestros perdió el polvorín y a sus asistentes en una explosión trágica; sin embargo cumplió y repuso el castillo, no faltó a su cita para que el atrio se vea iluminado, para que por un momento, la noche ceda al día eléctrico.

(Cargar fuego deslizándose como agua. Foto: J.S.)

(Cargar fuego deslizándose como agua. Foto: J.S.)

(Castillos. Foto: J.S.)

(Castillos. Foto: J.S.)

Los castillos no han de terminar jamás, aunque deseamos que nunca nos toque probar el amargo sabor de una desgracia.

Don Nicho pasaba a la casa casi indefectiblemente por la mañana. Lo recuerdo como una estampa, como una figura y no solo como señor. Güero y con su sombrero de pasta, con su camisa perfectamente planchada y con sus compañeros. Recaudar, como en tiempos medievales, es asunto gallardo y serio, por eso los señores siempre iban bien aliñados, bien planchados, con su mejor cara de domingo. “¿Estará tu tía?”, “sí, ya voy”. Tenía aplomo. Entre lo que me dejaban oír se colaban las bombas que iban a quemar, las estructuras, los ensartes. Alguna vez también fui a comer en esos recorridos, y en la noche, puntual, a ver el castillo.

Este año ya no está físicamente. Nadie, de entre los más sinceros castilleros escatima su fe ni su devoción tratándose de su imagen milagrosa, nadie tiene más o menos interesante historia de por qué comenzaron, pero la de don Nicho, como me la contó para ponerla en mi libro, me emociona: “Había estado soñando al Señor que estaba aquí en un terreno que se llama Chimalaca. Entonces yo fui a dar allá y dije ‘¿por qué le vienen a dejar acá, y a oscuras?’ Y digo, ahorita voy a traer una veladora y vengo. Entonces desperté…”

(La veladora en el atrio. Foto: J.S.)

(La veladora en el atrio. Foto: J.S.)

Entonces, desde ese sueño de 1955 (curioso: el mismo año en que se fundó la Corporación de la Juventud). Don Nicho y sus compañeros llevaron la veladora para prenderla en el atrio.

Enhorabuena para sus familiares y amigos que han decidido continuar con ese sueño.

(Conservar el sueño. Foto: J.S.)

(Conservar el sueño. Foto: J.S.)

La Imágen mayestática

14 Jueves Ene 2016

Posted by Mario Serrano in COSTUMBRES Y TRADICIONES, CRÓNICAS DEL MEMORIALISTA, DULCE NOMBRE DE JESÚS, LA FIESTA, MAYORDOMÍAS, PARROQUIA DE SAN ESTEBAN, PATRIMONIO INMATERIAL, SANTUARIO DE EL CALVARIO

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(El hecho capital de que aquí comienza la Fiesta. Foto: M.S.)

(El hecho capital de que aquí comienza la Fiesta. Foto: M.S.)

Esta es la crónica de un hecho singular: el momento en que la imagen del Dulce Nombre de Jesús es descendida de su baldaquino, en la Fiesta. De entrada reconozco que no he tocado como se debe esta particularísima devoción a la imagen del Dulce Nombre de Jesús; y subrayo la particularidad porque como escribí en mi libro, se trata de una relación más directa, familiar e intimista de lo que el culto religioso ordena.

Es un especial privilegio el que pueda estar aquí, en el Santuario de El Calvario, como simple testigo del acto. Sobre todo porque hay ciertos menesteres que sólo pueden realizar aquellos que han sido nombrados mayordomos. Por tanto trato de pasar desapercibido y guardar respeto. En tanto, el mayor, un hombre maduro y de mucha presencia dirige las oraciones para comenzar esta auténtica ceremonia. Lo secundan sus otros “mayores”, un hombre joven de cabello muy corto, y otros hombres maduros sin señales específicas. Tras rezar, acometen el baldaquino de mármol con diligencia, respetuosos pero sin titubear. Abren el cancel que guarece a la Imagen y de inmediato comienza el equívoco vocablo que da cuenta de su quehacer.

Por principio se introducen al baldaquino. Luego rodean a la imagen con un enorme lienzo blanco, más no lo hacen con la brusquedad del que carga bultos sino con un gesto familiar, delicado y respetuoso. Le cubren la espalda, le rozan los hombros, palpan los flancos de la enorme túnica cuidando no estropear los pliegues y de no caer en una experiencia burdamente táctil. Si pudieran buscarían que los lienzos como ellos mismos flotaran, si fuera posible buscarían la levedad. Imagino la experiencia que están viviendo, al tener frente a frente a una imagen tan impactante y al reconocer que en ese momento de hecho tienen la responsabilidad de custodiarla y protegerla.

Abajo, en el pasillo del templo, los demás mayordomos se aprestan a comenzar alabanzas y cánticos. Sus rostros muestran una fe sin límites, pero habría que notar que también un temor reverencial, como si tuvieran mucho cuidado de no fallar en alguna fórmula o como si la conciencia les aguijoneara con toda su agudeza en ese instante.

(Privilegio estar sin ser mayordomo. Foto: M.S.)

(Privilegio estar sin ser mayordomo. Foto: M.S.)

Los observo desde que se van acomodando en dos filas sobre el pasillo central del templo. Son los hombres del pueblo, resumen en ese instante una larga secuencia de tradiciones que va de sus abuelos con lo que harán sus hijos en el futuro. Ya dispuestos en sendas filas se despersonalizan para alcanzar un muy subjetivo rango de “devotos”; digo esto porque creo captar que en ese momento no hay barreras sociales ni profesionales. No importa si no alcanzan el tono, o si por el contrario sus habilidades líricas sobrepasen el normal. Cantan. Muestran su devoción en pleno, sin apariencias, sin mesura. La escena, ciertamente, es conmovedora. Pero no tanto como el hecho de volver al presbiterio para observar el momento culminante de esta tarea. La imagen es descendida del baldaquino para ser colocada frente a las escalinatas del altar y ser expuesta a la devoción popular.

Sin formalidad aquí en Tepetlixpa se conoce a esto como “bajar a la imagen”. Lo sabemos de toda la vida; nos los han enseñado, se recuerdan en tanto se allega el tiempo de la Fiesta y además, lo recalcan los campaneros, que tañen a rebato mientras efectivamente es bajada.

Bajar a la imagen. Pero en la conciencia de Tepetlixpa no es una imagen sino un sujeto masculino, “El” Dulce Nombre de Jesús, lo que no solo es cuestión gramatical sino personalista. Se baja a un hombre, a un más que santo. En las oportunidades extraordinarias que he tenido de presenciar esta bajada, diría que la imagen hace que desciendan sus mayordomos de oscuros nichos de pretensiones y malevolencias. No es retórica, o bueno, intento que no lo sea. El Dulce Nombre de Jesús en brazos de sus porteadores parece caminar con andar solemne, posando su mirada condescendiente sobre su pueblo. El trayecto es apenas mínimo, cuatro, cinco metros por mucho, más resulta mayestático. Los mayordomos de abajo siguen cantando y alabando pero ya salen otros del “cuadrante” (sacristía) para auxiliar en el montaje del ciprés de madera que lo ha de contener. Todos sin que lo digan son presas de un momento emocional muy intenso.

(Lo inenarrable. Foto: M.S.)

(Lo inenarrable. Foto: M.S.)

Todo sucede muy rápido. La imagen descendiendo, su acomodo en el ciprés, el delicado acicalamiento al que le someten los mayordomos para verificar que la cabellera, la corona y la túnica se encuentren en su exacto sitio. Pudiera tomar fotografías pero decido no hacerlo porque este acto es demasiado personal e íntimo para difundirlo, sin embargo, la experiencia de ver andante a la imagen es como una reconstrucción de un hecho capital en la misma historia de la Fiesta, como es el hecho de que no siempre hubieron estas ceremonias solemnes de “bajar la imagen”.

Cómo iba a serlo, si en un momento aún no documentado del todo, la imagen estaba en la Parroquia de San Esteban para luego llevarla en solemne procesión a su templo para que pasara la fiesta. Este hecho es dominio popular: me llegaron a contar de ello muchos abuelos como la imagen pasaba por las calles, y aunque nunca usaron desde luego el adjetivo “mayestático” sin duda así debió serlo: regio, propio de una gran majestad y poder. Lo cierto es que he confirmado que el 24 de enero de 1874, una procesión fue efectuada y provocó la denuncia a las autoridades de Chalco pues la Ley de Cultos las prohibía expresamente (cf. La Voz de México, 25 de enero de 1874).

Dejo de pensar, de buscar el tiempo. Mientras todo va sucediendo me reconcentro en muchas cosas. Cuando llegué al templo, minutos después de las seis de la mañana, el trabajo era afanoso y metálico. Se pulía el piso de mármol, se movían las bancas y se cumplía otro de esos ritos de la Fiesta que apenas se recuerda señalar y es el acomodo de la enorme alfombra roja por la cual han de ir hincados los devotos.

Todo se realiza con un trabajo puntual y curiosamente colaborativo, porque obviamente, resulta difícil armar broncas dentro de un templo. Los mayordomos son diligentes. Han madrugado para estar aquí. La mayoría procura usar ropa formal en colores blanco y negro.

Mi labor, junto a mi hermano y compañero del Colectivo ArTeFacto, Josué Serrano, respondió a una invitación de la mayordomía. Guardamos las formas, en el fondo las compartimos desde luego, pero ya mientras el momento va cobrando forma, mientras me reiteran los mayordomos que debo “pedir permiso” espiritual para mi labor y mientras espontáneamente me uno a ellos, todo se envuelve de un aura más trascendente. Estoy pero no aquí; trabajo pero no, documento, pero participo.

No hay formas de describir esto si no se viven directamente. Acaso los lectores de esta crónica que hayan sido mayordomos puedan entenderme sin necesidad de leer todo el texto. Acaso no se necesita serlo sino experimentarlo. Cuando la imagen ha sido colocada en el ciprés pasamos de rodillas hasta los mayordomos seleccionados para que nos hagan una “limpia” con los cordones de la túnica. El ambiente tiende a una paz inexplicable, pero a una señal abren la puerta del templo. ¡Ya hay decenas de personas dispuestas a ofrecer su respeto y devoción!

Concluyo mi crónica, acaso sea innecesario decir todo esto es una experiencia inenarrable. Mejor venga y compruébelo por usted mismo.

Crónica de una cárcel insólita: 6 de agosto de 1935

22 Miércoles Jul 2015

Posted by Mario Serrano in ANÁLISIS DE LA SEGURIDAD Y LA VIOLENCIA, CRÓNICAS DEL MEMORIALISTA, CRÓNICAS INSÓLITAS, DULCE NOMBRE DE JESÚS, FOTOGRAFÍA EN TEPETLIXPA, LA FIESTA, LA HISTORIA, PATRIMONIO ORAL

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(Una cárcel verdaderamente insólita. Foto: M.S.)

(Una cárcel verdaderamente insólita. Foto: M.S.)

Si algo resuma la iglesia del Calvario es esa serenidad que todo lugar religioso impone. Y aunque su ornamentación es a un punto tan bizarra y delirante que podría terminar en distractor, el lugar sigue imponiendo un respeto mayúsculo: tanto como si la imagen se percatara de todo lo que acontece frente a él.

Las tradiciones del santuario se han ido convirtiendo en ley. Uno entra de rodillas hasta la imagen milagrosa, y por regla que excepcionalmente se rompe (y por lo bajo siempre se procura), no se pueden tomar fotografías ni hacer videos del interior). Eso más el sistema de circuito cerrado, daría la impresión de que el Calvario es un templo vigilado y acechante, que no tolera desviaciones del respeto ni del orden público. De ahí que parezca irreal un asunto en el que el templo fungió como cárcel. Allá en el lejano 1935.

El documento que resguarda la memoria del incidente usa tanta formalidad que pone de inmediato sobre aviso: “Relativo a la acusación presentada por los ciudadanos Pedro Martínez, Nicasio Pérez, Felix Rosales y Florentino Avaroa en contra de Tomás Pérez por el delito de injurias”.

Nos debemos trasladar a la fiesta del seis de agosto de 1935. El atrio se limitaba a un pequeño terraplén enfrente de la puerta principal que a lo más contenía un espacio para colocar los puestos, los volantines y ciertos negocios de comida.

("A las diez y minutos de la noche". Foto: M.S.)

(“A las diez y minutos de la noche”. Foto: M.S.)

“A las diez y minutos de la noche”, el comandante de policía Tomás Pérez entró al templo y arrió a lanzar injurias y ofensas contra los presentes, escandalizando a los azorados feligreses y mayordomos. Al parecer, el comandante entró en estado de embriaguez y en las mismas palabras de tan insólita crónica, se mantuvo “injuriando al templo, a nosotros y a toda la humanidad”. Los mayordomos, sorprendidos y es de pensar, sumamente ofendidos “al ver el escándalo tan insoportable quisimos echarlo fuera pero él no se quiso salir, fue más peor el escándalo y la injuria, hasta queriéndonos pegar a nosotros y a todos los que se encontraban en el lugar”.

             Cuando yo era niño mi abuelo solía contarnos un escándalo que le tocó ver en el Calvario, cuando él era hombre maduro. Uno de sus conocidos, embriagado sí, pero contrito a pesar de todo, se coló hasta los pies mismos de la imagen del Dulce Nombre de Jesús, haciendo caso omiso de las reconvenciones y de los feligreses arrodillados. El hombre se quitó entonces el sombrero y comenzó a dialogar de tú a tú con la imagen, expuesta en la parte baja como sucede en las fiestas, cuando se baja de su baldaquino y se coloca en un ciprés de madera para recibir el culto popular. Según mi abuelo, el hombre aquel le estuvo recriminando todo el devenir de los hombres, sus asuntos, sus problemas y sobre todo el mal rumbo que iba tomando la fiesta, con escándalo, borrachos, alegatos y broncas. “¡Yo ya cumplí con avisarte!” dijo el hombre al terminar su perorata, sincerándose con la imagen: “¡ahí tú sabes lo que tienes que hacer!” remató. Acto seguido se salió devotamente del templo.

            Pero en el escándalo que protagonizó el comandante, el asunto no tuvo nada de esa sinceridad candorosa. El comandante siguió gritando y ofendiendo, diciendo que él no sabía que nadie lo mandara, que “el [podía] hacer y deshacer en ese lugar porque él era el jefe”. Seguramente en ese momento todo fue asunto de gran aflicción pero ahora no deja de ser una anécdota brillante y jocosa. Sobre todo por el desenlace: un mayordomo sale a pedir auxilio a la vecindad, y quizá le ayudaron de buena fe, pero siendo el causante del escándalo el mismo comandante de policía, era de suponerse que cargaba las llaves de la cárcel pública, y lo que es más, que no había nadie en la cárcel para recibirlo, o lo que es igual: no podía detener al policía porque no había otro policía y él mismo era carcelero.

            De ahí que la solución haya sido drástica. Echarle cerrojo al santuario y esperar a que el escándalo concluyera.

("Echarle cerrojo al Santuario y esperar...". Foto: M.S.)

(“Echarle cerrojo al Santuario y esperar…”. Foto: M.S.)

            La lógica previene que pasar una noche en un templo, con una imagen religiosa de gran impacto emocional hubiera sido motivo suficiente para parar el escándalo, pero al menos, la memoria de este suceso dice otra cosa. A las seis de la mañana del día siete, los mayordomos van a inquirir. El comandante no solo no se ha calmado sino que sigue en fenomenal gritería. Así que van por su hermano, un tal Juan Pérez. “Nos volvió a injurias un poco más por delante de su hermano… queriendo convencerlo, al ver que no quiso pegó dos manazos… y desde luego hace la fuga”. Saber por dónde se fue, si por la calle de Jesús María, por la 5 de febrero, por la México o ya de plano hacia la parte baja, rumbo a Granera, eso es cosa que la historia no preservó, pero sabemos las pesquisas: a las once de la mañana, cinco horas después de que el comandante “hace la fuga”, los mayordomos presentan un escrito al presidente municipal, que ordena su búsqueda con una implacable eficiencia ejecutiva, puesto que media hora después es presentado a su autoridad. Los acuerdos de este mísero expediente son tan fenomenales como el resto de la historia: “el mencionado Pérez, al enterarse de que iba a ser detenido, trató de fugarse de la presidencia y en tono desafiante invitando a quien se creyera capaz de detenerlo”. Seguramente sí hubo alguien o sobreestimaba su valentía de pernoctar en el Santuario porque fue detenido en la puerta de la presidencia que como hasta ahora, da a la calle 16 de septiembre.

Acto final de este pequeño drama de pueblo: el presidente, seguramente airado por lo que se puede leer en su acuerdo final de la misma fecha y hora, envía al detenido al juez de primera instancia, en Chalco, pidiendo que se le aplique un castigo ejemplar “y se siente un precedente de moralidad y respeto, ya que estos individuos, sabedores de que en la población no hay fuerza pública que garantice la tranquilidad de los vecinos abusan de las garantías y amenazan a todo mundo, sin que haya alguien que se les pueda enfrentar por sus bravatas”.

Me uno al presidente municipal, que firmó y acordó para constancia: “doy fe”.

(¿Por qué calle se fue?. Foto: Archivo Ollin Altépetl A.C.)

(¿Por qué calle se fue?. Foto: Archivo Ollin Altépetl A.C.)

La imposible crónica de la Fiesta de Enero

27 Martes Ene 2015

Posted by Mario Serrano in ANÁLISIS DE LA SEGURIDAD Y LA VIOLENCIA, ARTE Y CULTURA, ATRACTIVOS TURÍSTICOS, CASTILLEROS, CHINELOS, CHIRIMÍAS, COSTUMBRES Y TRADICIONES, DANZA DE LOS CONCHEROS, DANZA DE LOS MOROS, DIVERSIONES, DULCE NOMBRE DE JESÚS, EL GUDE, ENTORNO DE TEPETLIXPA, FAUSTINO RODRÍGUEZ, FOTOGRAFÍA EN TEPETLIXPA, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, LAS REALIDADES..., LOS PERSONAJES, MÚSICA EN TEPETLIXPA, PATRIMONIO INMATERIAL, PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, SOCIEDAD CIVIL AYER Y HOY, VÍTOR (Fiesta de Enero)

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Castillo en Atrio de El Calvario (foto: M.S.)

Castillo en Atrio de El Calvario (foto: M.S.)

Para escribir sobre la Fiesta no sirve mucho la crónica. Sigue siendo un momento de tradición y de esparcimiento para miles de personas. Sigue siendo una válvula social, un momento para entender como una comunidad puede organizarse y activar su economía de manera eficaz. Pero no podemos cegarnos: también es otra su dimensión actual, cambiante, en transformación, incluso en declive.

(Recorrido de El Vitor. Foto: M.S.)

(Recorrido de El Vitor. Foto: M.S.)

(Peregrinación religiosa procedente de Ozumba. Foto: M.S.)

(Peregrinación religiosa procedente de Ozumba. Foto: M.S.)

(Niños participando en recorrido de El Vitor. Foto: M.S.)

(Niños participando en recorrido de El Vitor. Foto: M.S.)

He entrevistado a diversas personas y sus agrupaciones. La respuesta recurrente es, como me dijo un castillero, que su fe es tan grande que en ella depositan sus acciones y por ella hacen lo que hacen. Así cuadra en efecto para la parte religiosa, principal motor de una festividad tradicional. Basta ver las procesiones, los momentos previos, las personas haciendo fila para ingresar al templo. Setenta años en este 2015 de una tan enorme como la de Chimalhuacán que sigue introduciendo sus formas de expresión y cultura. En este año son crecientes las peregrinaciones de Cuijingo, Ozumba, de San Miguel de Allende y otros lugares del país. En ese estricto sentido religioso la fiesta lejos de disminuir se acrecienta.

(Castillo de la "Pro Corporación de la Juventud". Foto: M.S.)

(Castillo de la “Pro Corporación de la Juventud”. Foto: M.S.)

Pero como un gran momento de Tepetlixpa puede que lo importante sea lo adyacente. Y es ahí cuando la crónica no basta. Ya en los siguientes días se sabrá el balance de éxito de eventos, las situaciones puntillosas, los datos duros de ingresos económicos, de las pérdidas, el saldo criminal y puede que hasta el dato necrológico. Ahora sería pura especulación o falsa moralidad. La Fiesta profana, en las comidas de cada casa, en la comparsa, en el recorrido del domingo es lo que para muchos mueve estos días y basta: les invito a hacer una somera revisión en Facebook para ver la cantidad de videos, fotos y sobre todo las expresiones de un orgullo local desmedido de aquí terminó la Fiesta ahí queda.

(Recorrido de Estandartes. Foto: M.S.)

(Recorrido de Estandartes. Foto: M.S.)

(Gude. Foto: M.S.)

(Gude. Foto: M.S.)

Pero me pregunto ¿qué le queda a cada fiesta después de enero? Ya en los años cuarenta se decía que los meses de menos trabajo eran precisamente, de febrero a abril. Vienen los días de todas las resacas y de las observaciones, sobre todo las críticas feroces y las envidas. Hace unos veinte años los abuelos se ensoberbecían de reconstruir “hasta donde había llegado la Fiesta este año”. Ahora con tristeza se reconstruyen latrocinios, los asaltos y las desgracias. Una buena crónica de la fiesta requeriría el lapso que va de febrero a los primeros días del siguiente enero y la participación de todos los que sobre ella tengan algo que decir.

(Flores de estate como regalo para el templo de El Calvario. Foto: M.S.)

(Flores de estate como regalo para el templo de El Calvario. Foto: M.S.)

(Danzantes de Los Moros. Foto: M.S.)

(Danzantes de Los Moros. Foto: M.S.)

(Castillo del sr. Dionisio Hernández. Foto: E.S.)

(Castillo del sr. Dionisio Hernández. Foto: E.S.)

(Banda Azteca del sr. Carmelo Andrade. Foto: M.S.)

(Banda Azteca del sr. Carmelo Andrade. Foto: M.S.)

(Dos chinelos. Foto: M.S.)

(Dos chinelos. Foto: M.S.)

(Danza Azteca en el Atrio de El Calvario. Foto: M.S.)

(Danza Azteca en el Atrio de El Calvario. Foto: M.S.)

(Personas cargando ruedas de castillo. Foto: M.S.)

(Personas cargando ruedas de castillo. Foto: M.S.)

Entonces, desde este papel de “registrador” de eventos, lo único que quisiera es llamar la atención sobre dos o tres puntos. El primero es la urgente necesidad de que cada agrupación garantice una seguridad más eficiente. Cuando los actos violentos (falso que sean imputables solo a los foráneos) arranquen espacios a las familias, a los niños y a los viejos, todo acto masivo será vano.

La segunda, que se dé una más estricta regulación de la venta de alcohol. Lo digo sin moralismo ni autoridad, simplemente con afán de lo que observé, del más exceso que pachanga.

La tercera sería más desmedida, pues no es para un grupo o una autoridad específica sino para todo el que quiera leerla: no dejemos que nuestra festividad en su sentido de esparcimiento, cultura, tradición y sentido familiar desaparezca en los próximos años.

(Grupo de danzantes en el atrio. Foto: M.S.)

(Grupo de danzantes en el atrio. Foto: M.S.)

(Perspectiva de puestos y asistentes desde calle 5 de febrero. Foto: M.S.)

(Perspectiva de puestos y asistentes desde calle 5 de febrero. Foto: M.S.)

A todos muchas gracias y seguimos con este trabajo de difusión cultural.

 

Recorrido de estandartes

22 Miércoles Ene 2014

Posted by Mario Serrano in ATRACTIVOS TURÍSTICOS, CALLES DE TEPETLIXPA, CHIRIMÍAS, COSTUMBRES Y TRADICIONES, DULCE NOMBRE DE JESÚS, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, LA HISTORIA, MÚSICA EN TEPETLIXPA, PATRIMONIO INMATERIAL, PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, SOCIEDAD CIVIL AYER Y HOY, Uncategorized

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(La salida del recorrido en la Ermita. Foto: M.S.)

(La salida del recorrido en la Ermita. Foto: M.S.)

La Fiesta de Enero, de la que ya he escrito en este blog (https://enlacaradelcerro.wordpress.com/2011/01/21/580/), sigue creciendo en virtud de que festeja una tradición, y éstas, como todo lo contingente, puede aumentar o desaparecer. Un buen ejemplo de ello está en el recorrido de estandartes, una actividad que no se remonta a los orígenes de la Fiesta pero que involucra aspectos muy interesantes por cuanto a los nuevos significados que le otorgan sus participantes. En esencia es un desfile, un desfile de estandartes cuyos contingentes usan de ese símbolo para identificarse miembros de una organización, en este caso, miembros de una agrupación de creyentes.

(La chirimía, instrumento colonial arraigado en Tepetlixpa. Foto: M.S.)

(La chirimía, instrumento colonial arraigado en Tepetlixpa. Foto: M.S.)

(Mayordomía del Dulce Nombre de Jesús. Foto: M.S.)

(Mayordomía del Dulce Nombre de Jesús. Foto: M.S.)

Ver el desfile recuerda los despliegues de poder simbólico del pasado: en la época virreinal como es sabido, las grandes corporaciones como el Cabildo o la Universidad hacían desfiles para mostrar su poder y el de sus agremiados, y cosa admirable, iniciando con la música de las chirimías, lo que al menos en este pueblo subsiste. Las procesiones, aún y cuando provienen de un asunto religioso, también se insertan en ese símbolo visual. Pero, ¿será el mismo caso en el Tepetlixpa del siglo XXI?

(El recorrido implica quizá el realizar ofrendas al templo. Foto: M.S.)

(El recorrido implica quizá el realizar ofrendas al templo. Foto: M.S.)

(Los estandartes en recorrido. Foto: M.S.)

(Los estandartes en recorrido. Foto: M.S.)

Como ya he escrito en este espacio el Vítor deviene en celebración de la misma comunidad: una fiesta para los que van a hacer la fiesta. En el caso de esta actividad no es así. Los que participan del largo recorrido (comienza en la Ermita y termina en El Calvario) lo hacen por su fe, por las creencias y devoción a la imagen capitalizada en la suma de personas que presentan sus exvotos e imágenes al templo. Cada demandito e imagen, así como los estandartes y arreglos florales son una suerte de ofrendas que se colocan en el templo mientras la Fiesta se celebra. Si el Altepetl, que es una ceremonia para “pedir permiso” de la celebración involucra a una pequeña réplica de la imagen original, en este curioso desfile con cientos de imágenes, el significado puede ser confuso y múltiple: ¿será una petición comunitaria para hacer la fiesta?, ¿se debe entender como una mera ofrenda?, ¿es señal de un respeto ajeno, toda vez que muchos de los participantes son de comunidades fuera de Tepetlixpa?, eso en realidad no se puede responder, quizá esta nueva tradición imbrique la misma fe y devoción de todas las tradiciones que existen junto al deseo, que por cierto tampoco se puede explicar, de que el respeto y la fe se manifiesten de manera solemne e indubitable.

(Como en la época virreinal, las chirimías abren el recorrido. Foto: M.S.)

(Como en la época virreinal, las chirimías abren el recorrido. Foto: M.S.)

No puedo decir nada más; los viejos tepetlixpenses decían con emoción que la Fiesta cada año crecía más y en el ánimo de los habitantes de este pueblo sucede otro tanto: este año quizá es el año con más cantidad de asistentes al recorrido. ¿Usted, qué opina?

¿Qué con el patrimonio cultural de Tepetlixpa? III

07 Domingo Oct 2012

Posted by Mario Serrano in ARTE Y CULTURA, BANDA FILARMÓNICA, COSTUMBRES Y TRADICIONES, CURIOSIDADES HISTÓRICAS, DANZA DE LOS MOROS, DERECHOS HUMANOS, DR. FERNÁNDEZ DE HARO, DULCE NOMBRE DE JESÚS, EX PRESIDENTES MUNICIPALES, FOTOGRAFÍA EN TEPETLIXPA, LA HISTORIA, LAS REALIDADES..., MINORÍAS, NEPANTLA, PARROQUIA DE SAN ESTEBAN, PATRIMONIO HISTÓRICO EN RIESGO DE DESAPARECER, PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, PERSONAJES HISTÓRICOS DE TEPE, SOCIEDAD CIVIL AYER Y HOY

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(Espacio donde su ubicaba la Capilla de San Miguel Arcángel, Nepantla, México. Foto: M.S.)

3. Una reflexión sobre las pérdidas culturales

Pero no es posible hablar de una pérdida a secas sin caer en el juicio de valor y el anacronismo. Nuestra perspectiva de darle valor a lo intangible es como he mencionado, muy reciente. Los habitantes de Tepetlixpa fueron sufriendo los embates de diversos factores que deberíamos analizarlos con calma y profundidad para reconstruir nuestra conciencia cultural. Debemos pensar en los procesos aculturizadores, es decir, a fenómenos que introducen la cultura de otros lados y desplazan la local. Falta una buena monografía sobre la danza de los chinelos para saber qué efecto tuvo la cadenciosa danza morelense, carnavalesca y burlona, para acabar con la seriedad y patetismo de las danzas autóctonas; parece ser que los músicos que trabajaban en Morelos indirectamente fueron introduciendo la danza (considerando dos factores: las comparsas más antiguas no se crearon antes de 1940 y los informes de los atractivos turísticos de 1938-39 no la mencionan en absoluto como práctica habitual) pero falta un estudio más serio. Sería deseable también que algún visionario rescate las recetas tradicionales del mole, champurrado y otros guisos que si bien no son exclusivos del pueblo pueden moldear un panorama sobre el gusto y la cultura gastronómica de la región de los volcanes entera.

(Campana consagrada por Alberto Fernández de Haro. Foto: M.S.)

Por cuanto al patrimonio cultural tangible también se deben analizar los contextos. El conflicto religioso que vivió Tepetlixpa en 1938 cobró su buena cuota de destrucción cultural. El doctor Alberto Fernández de Haro se dio a la tarea de remodelar la parroquia a causa de un incendio que años antes había maltratado el retablo original. Colocó una campana “de esquilón nuevo”, que aún se usa para llamar a misa, puso tablones y remozó varias partes del templo. A su llegada al pueblo en 1934, con una sensibilidad que aún emociona por su simpleza y amplio alcance, levantó un inventario de las “obras de arte” del templo que reseña objetos que ya no existen, como los “óleos de San Esteban” que adornaban el altar principal, las esculturas de San Antonio, San Isidro Labrador, San Pedro, la Purísima Concepción, de San Mateo o el cuadro de San Esteban frente al templo. En 1938 el desafortunado obispo de Tepetlixpa, fue expulsado por orden del gobernador y la insania de sus detractores destruyó su archivo que constaba, según inventario, de 43 libros (desconocemos su contenido), seis libretas más muchos documentos sueltos que amparaban su labor diocesana de la Iglesia Católica Mexicana o cismática como le conocían popularmente. Los anónimos defensores del tradicionalismo católico no solo desaparecieron su archivo arrancando los registros y quemando las partidas y asientos sino que desaparecieron sus fotografías e imágenes incluso hasta en los documentos municipales. Esa falta de sensibilidad de un patrimonio cultural por encima de las ideas nos ha privado de conocer qué influencia tuvo el obispo y su Iglesia en tiempos de los Cristeros en nuestra zona y qué proyectos culturales formales desarrolló, considerando por ejemplo, que el primer grupo de música religiosa (música, no coro) fue obra del presbítero Arnulfo Martínez, secretario del obispo.

(El doctor Alberto Fernández de Haro, obispo de la ICAM en Tepetlixpa. Foto: Archivo Ollin Altépetl A.C.)

No podemos culpar ni exigir respuestas a nuestros antepasados. Su obrar estaba condicionado por factores más poderosos que la sensibilidad, pero no dejamos de lamentar esas pérdidas. Una pérdida tan lamentable como la de los archivos del obispo De Haro fue la del mismo Archivo Municipal hace 100 años. El afán de destruir los registros de las deudas y los contratos leoninos llevo a las facciones revolucionarias a quemar los archivos municipales desapareciendo una parte considerable de la memoria del siglo XIX, no digamos de asuntos complicados o del sentir de los habitantes en esa época, sino incluso para conocer la lista completa de nuestras autoridades. Escuetamente sabemos que en la época de don Porfirio existió un cierto cacique local llamado Luis Rosales.

(Uno de los documentos más antiguos del Archivo Municipal. Expedientes de Educación. Foto: M.S.)

Otras pérdidas también se debieron a las contingencias de la guerra y la violencia social. Una imagen del Dulce Nombre de Jesús, reproducción bastante fiel, sufrió un periplo cuando, según las versiones orales, los mayordomos encargados de su culto murieron en la Revolución y el encargo fue pasando de familia en familia hasta que vino a parar en manos de la familia Arellano que para fortuna de todos aún la preserva. Según la versión oral del sr. Marcelino Buendía, la imagen original de la Virgen de los Dolores habría desaparecido por otro de esos periplos cuando sus encargados originales murieron y los responsables no quisieron continuar el encargo de hacer el rosario y cuidar a la imagen. Según esa versión, que aquí consigno con reservas con la finalidad que circule, la imagen habría sido vendida en Ozumba al anticuario empírico mejor conocido como Santo Prieto.

Entonces lo que no se puede tolerar y ciertamente indigna es que en ésta época sucedan pérdidas y destrucciones intencionadas. Nuestra conciencia sobre el patrimonio cultural es más firme y hay instrumentos legales que lo reconocen. No hay justificaciones para permitir la pérdida de nuestra cotidianidad: la Parroquia va entre el deterioro y una mala idea de remodelación que amenaza acabar con sus formas originales; seguir subiendo y bajando a la imagen del Dulce Nombre de Jesús en las fiestas religiosas es una amenaza para la integridad de la escultura. A propósito de la imagen, patrono de Tepetlixpa por tradición, su base, la “piaña” como se le conoce, tenía unos oleos fechados en 1896 en recuerdo de una remodelación de antaño y ha sido deteriorado por meterle unas barras de aluminio que faciliten su descenso.

Las pérdidas tienen una dimensión dolorosa por lo afectivo y la memoria de los involucrados que los lleva al lamento, la reflexión o lo literario (citar ruinas), sin embargo eso no logra paliar la realidad que usualmente es brutal. Tetepetlac es un paraje del campo de Tepetlixpa que mostraba hasta hace poco las extensiones agrícolas de la época colonial delimitadas por hermosas tecercas de más de 300 años de antigüedad (véase https://enlacaradelcerro.wordpress.com/?s=tetepetlac). La nueva carretera que pasara por el poniente del pueblo ha destruido buena parte de esos objetos históricos. Antes de que la litografía hiciera magia al reproducir fielmente imágenes, el Calvario tenía sus propias matrices de sellos de goma que les permitían hacer una reproducción artesanal de la imagen del Dulce Nombre de Jesús. Los sellos y el material si existen están arrumbados en las sacristías junto a diversos objetos que podrían dar cuenta de como se ha ido gestando una fe religiosa si se montara un mínimo museo comunitario. Pero no solo en el catolicismo hay destrucción. La Iglesia Evangélica fue constituida en su domicilio actual en 1945, en una casa del siglo XIX ubicada en la avenida Morelos. Hacia 2009 fue derruida para construir un edificio de dudoso gusto ecléctico.

Sin embargo una de las pérdidas más emblemáticas por los significados que tiene es la ausencia de la banda filarmónica en la fiesta de enero. Además de ser cultura formal (el repertorio era estrictamente interpretado con notas y abarcaban compositores de música clásica) su presencia explica el gusto por la música, la supervivencia de un gremio de viejos maestros que se aferran a sus gustos e indirectamente un proyecto para educar musicalmente. Las bandas eran contratadas por el difunto Salvador Quiroga, mejor conocido como El General, un melómano local de Tepetlixpa que junto a sus compañeros disfrutaban y permitían disfrutar el gusto por la música clásica. La indiferencia de los mayordomos, la terquedad de las demás organizaciones y una absoluta falta de sensibilidad hizo que los maestros decidieran no seguir contratando el evento porque sucedían absurdos y groserías como ponerles enfrente un sonido escandaloso o que mientras interpretaban una banda sinaloense comenzara su propio espectáculo enfrente y con un sonido aterrador. La memoria del difunto General y su labor de traer esa música formal parece que se ha echado a un bote de basura.

Para acotar esta lista que sería interminable (y dolorosa) hay que mencionar el caso más dramático de pérdida cultural porque involucró a buena parte de la población de Nepantla. En este año algunos pobladores de Nepantla echaron abajo la Capilla de San Miguel, histórica construcción de adobe y tejamanil que fue construida en 1845 por don Juan de los Santos. La pérdida en este caso es irremediable.

La Fiesta de Enero: reinterpretando tradiciones

21 Viernes Ene 2011

Posted by Mario Serrano in COSTUMBRES Y TRADICIONES, DULCE NOMBRE DE JESÚS, IDENTIDAD DEL PUEBLO, LA FIESTA, Uncategorized, VÍTOR (Fiesta de Enero)

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(Quema de cohetes. Foto: M.S.)

La Fiesta de Enero puede ser un alud de personas aplastándose en las calles; bailes y jaripeos con las estrellas del momento que dentro de un año no volverán a sonar. Puede terminar en una comparsa de chinelos o en una borrachera de miedo y comenzar en una fila para recibir el lazo bendito. Me gusta pensar en la Fiesta de Tepetlixpa como un prisma que tiene muchas caras pero siempre un asidero: la tradición.  En este blog he dejado algunos artículos sobre la Fiesta y no intento repetir nada de lo ya dicho. En estos momentos continuo mi ensayo de interpretación sobre las tradiciones y aunque difícil de resumirlo me gustaría compartir algunas opiniones. Bienvenido cualquier comentario.

1. Nuevas interpretaciones. En Tepetlixpa hay una leyenda que al explicar la llegada de la imagen y los modos de su permanencia se convirtió en sinécdoque: la parte explica el todo.  “Ser de Tepetlixpa es tener la familia ahí, estar construyendo una casa y saber que en el Calvario está el Dulce Nombre de Jesús” escribo en el ensayo. La imagen fuera de lo religioso es una forma de identidad porque la identidad no es llegar a ser algo sino estar siendo lo que somos. El problema es el deslinde: ¿somos lo que sucede?

Por eso considero necesario rescatar una interpretación profunda. Es algo temerario porque en un momento de pachanga no habrán muchos que decidan hacer reflexiones, pero pienso que si la Fiesta es tradicional la tradición debe conocerse. El tema que me ocupa primordialmente es el del Vítor, para indagar qué hay detrás de un reparto de imágenes que se entiende (o sobreentiende) como la “víspera” de la festividad.

El Vítor, como las demás tradiciones de la Fiesta (Altepetl, danzas y peregrinaciones) no tiene bases firmes para reconstruir su historia. Se perdieron los datos esenciales, se murieron los testigos y protagonistas y ya no queda sino realizar interpretaciones de lo que significan esas tradiciones.

 

(Recorrido del Vítor. Foto: M.S.)

Entonces, el Vítor es una manera de reafirmar la devoción a la imagen. Al entregar estampas se involucra al destinatario en un cierto compromiso para con su fe y por esa fe con todo lo que acompaña: el ser de este lugar, el contribuir a la ubicuidad de la imagen (se lleva la estampa en la complicidad de la cartera y en el tablero del autobús y el coche), el forzar a la protección y finalmente a festejarse a sí mismos, pues Vítor en su primera acepción significa “homenaje público”. La imagen deja de ser un objeto religioso para ser una objetivación de la fe, que por cierto no conoce de religiones, es decir de rituales, más que el respeto. Se vitorea a la imagen y al mismo tiempo se celebra el que esté aquí. Se anticipa una fiesta y sin embargo ya hay fiesta: ser de Tepetlixpa y tener por 51 semanas la oportunidad de manifestar esa fe y ese respeto, pues, dicho popular: “la Fiesta es para los visitantes… uno puede ir cualquier día del año”.

Otras interpretaciones son válidas desde luego siempre y cuando se justifiquen. El Vítor puede ser el recuerdo de una antigua anunciación. ¿De qué? es imposible saberlo sin datos confiables. Podría ser el recuerdo de la llegada de la imagen; el recibimiento que se hacía a las antiguas y primeras peregrinaciones que llegaban al pueblo. Lo cierto es que hasta podría ser el recuerdo de las procesiones que se hacían antes de los años cuarenta (esto por fortuna sí está documentado) cuando la imagen permanecía en la Parroquia de San Esteban y era transportada solemnemente hasta su capilla para “pasar la Fiesta”.

Más temerario pero no tan descabellado el Vítor podría haberse nutrido de las tradiciones más profundas de Tepetlixpa. Las “señoritas” (recordando que las mujeres del recorrido eran originalmente mujeres maduras, núbiles y no niñas) son madrinas al momento de regalar. Las señoritas llevan las estampas en bandejas y los hombres de a caballo en morrales. ¿No se trata de dos objetos que representan la prosperidad, la abundancia y la alimentación?, ¿no son las fuentes donde se transportan los bienes caracterizados por la actividad de cada género (semillas/masculino, alimentos/femenino)? Ya en el extremo, la boda típica de Tepetlixpa, ¿no tiene acaso un baile de prosperidad que se llama “La Bandeja”?

 

(El broche de luces, otra vez. Foto: J.S.)

2. Nuevas preocupaciones. Hace pocos años una preocupación latente era que la Fiesta no fuera lo suficientemente vistosa para el visitante. Era una actitud de orgullo local pero también de entrega, de dar lo mejor de nuestra forma de ser para la gran semana del año. En la actualidad estas falsas preocupaciones se vuelven nada frente a los problemas que genera una Fiesta de grandes dimensiones. Se ha avanzado en materia de protección civil y se resguardan mejor los espacios para la quema de castillos y para el deambular de los visitantes. La Plaza de Toros, tan ambivalente por su alcance y funcionalidad no deja por ello de prestar un gran servicio y proteger a los que no gustan del jaripeo, pues antes era de lo más común que el toro rompiera el cercado e hiciera de las suyas en la calle (aunque, ¿un toro no tiene derecho a la diversión?).

Las nuevas preocupaciones ya que hablamos de tradición, es que precisamente terminen imponiendo prácticas que destruyan a la misma. Algún día platicaba con Jaime Estrada, un entusiasta promotor de la cultura y me dijo que si la danza de los negritos desapareció es porque así tenía que ser, que su ciclo había pasado. El chinelo se impuso y ahora nadie dudaría en darle su lugar de honor en esta festividad, pero ¿qué sucedería si el clima de intranquilidad (por no decirlo con su nombre: delincuencia) se adueñara de más espacios en este pueblo?, ¿qué sucedería si la violencia empañara la alegría de las comparsas? No es una pregunta fácil y no hay todavía una respuesta contundente. Cada quién es libre de disfrutar la Fiesta como mejor le venga en gana pero para terminar este post me gustaría decir al vuelo que no se olviden que hay toda una tradición y que el pellejo mismo del pueblo se apuesta en una semana de pachangas.

¡Bienvenida sea la Fiesta! por favor no deje de cuidar y de cuidarse.

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